Cajamarca, capital del carnaval peruano
Cajamarca, durante los 3 primeros meses del año, y aún después de navidad se convierte en la Ciudad del Carnaval, la verdadera y única ciudad del Carnaval en el Perú que fusiona el verdadero espíritu peruano de lo tradicional con la alegría, el desenfreno, la belleza y goce de la juventud como contraparte de lo más moderno. Tan placentera, divertida e incomparable es esta fiesta, que ha sido considerada Cajamarca por ley del Congreso de la República D. L. N° 25592 como "Capital del Carnaval Peruano". A ritmo del "Silulo", "La Carolina", "Cumbe-Cumbe" y "La Matarina", la población y sus visitantes nacionales e internacionales bailan alrededor del palo silulo, que los cajamarquinos llaman "UNSHA", siendo el Rey Momo, el personaje que preside la algarabía de las fiestas carnestolendas en el Perú. Bien dicen, y con mucha razón los Cajamarquinos: "Lima Ciudad de los Reyes, Arequipa Ciudad Blanca, Trujillo Ciudad Primaveral, y Cajamarca, la Capital del Carnaval".
Carnavales, el color y el calor de las calles
Coplas de carnaval se escuchan en cada esquina de las calles de la ciudad de Cajamarca. El color toma por asalto las calles. El carnaval ha llegado con su carga de alegría, festejo, música y originales disfraces. Nadie se salva de un baldazo de agua, de los tintes y un buen trago de chicha de jora. Una situación que se repite año tras año y que reviste especial interés para los cajamarquinos celebrarla a lo grande. Es su fiesta. Sería un insulto para ellos el no salir a las calles, guitarra en mano y visitar a su vecino para cantarle alguna ingeniosa copla. Es que en cada cajamarquino existe un coplista innato: Cuando bebo me emborracho / que hasta no sé qué hacer/ abrazo a una y a otra / creyendo que es mi mujer. Tres días que transforman radicalmente la ciudad. Nadie se resiste al embrujo de la celebración, pues cada barrio tradicional como San Pedro, San Sebastián, Cumbemayo, La Merced, Dos de Mayo, San José y Pueblo Nuevo, dejan en libertad a sus Patrullas y Comparsas, compuestas íntegramente por gran cantidad de jóvenes entusiastas. Ellos tienen la festiva misión de visitar cada rincón de la ciudad, bailando, y mostrando la colorida originalidad de sus disfraces. En las Patrullas y Comparsas siempre destaca el Clon, personaje cubierto de un enorme sombrero en forma de cucurucho, ropas anchas y llamativas y una careta hecha en base a alambre finamente tejido. Todos ellos, seguidores de Ño Carnavalón, serán personajes habituales en las calles. Los clones son quienes encabezan, junto a Ño Carnavalón, el gran corso del domingo, día central del carnaval. Esta fecha la Plaza de Armas se convierte en un loquerío. Las Patrullas y Comparsas desfilan, bailando y cantando ante un jurado calificador que designará a la mejor de ellas. Además se elegirá el mejor disfraz de todo el certamen, el cual luego pasará a conformar una colección de los mejores trajes de carnavales a través de los años. Al día siguiente se inicia el Corso de Carnaval, uno de los más pintorescos espectáculos que se realizan en todo el Perú. Por lo menos sesenta carros alegóricos de cada barrio e instituciones desfilan por las principales calles de la ciudad y la Plaza de Armas. Las reinas reciben el aplauso y silbidos de admiración del público apostado en la calles. Son cinco horas donde nadie se mueve de sus sitios, los mismos que desde la noche anterior ya han sido "separados" con una necesaria amanecida. Luego que termina el desfile, cada barrio reúne a sus habitantes v celebra su propia Unsha, un cortamonte al mejor estilo cajacho, regadas de coplas y copas. Pero la fiesta tiene que terminar. El día martes ocurre el sentido deceso y velorio de Ño Carnavalón. Muchos salen vestidos de luto, y sus "viudas" no se cansan de llorar sobre su ataúd colocado en el barrio de Santa Apolonia. Mientras tanto, el pueblo "sufre" esta muerte con alborozo, aderezada con cigarros, iicor y un suculento caldo de cabeza que es distribuido entre los concurrentes. Finalmente, el día miércoles se realiza el entierro de Ño Carnavalón en los Baños del Inca. Allí, ante todo el pueblo cajamarquino, se lee el testamento de este personaje. En este documento deja picarescos y sarcásticos bienes a las autoridades y personajes del lugar, lo que causa la hilaridad total entre los presentes. Después de leerse el testamento se procede a quemarse a Ño Carnavalón entre el "Llanto" desconsolado de sus viudas. "Pero estamos seguros que el próximo año Ño Carnavalón estará aquí para alegrarnos nuevamente la vida, nos dice un cajamarquino pintarrajeado que guitarra en mano se aleja cantando: A mi guitarra la quiero/ más que el chicharrón caliente/ porque con mi guitarra/ tomo chicha y aguardiente.
Cajamarca, durante los 3 primeros meses del año, y aún después de navidad se convierte en la Ciudad del Carnaval, la verdadera y única ciudad del Carnaval en el Perú que fusiona el verdadero espíritu peruano de lo tradicional con la alegría, el desenfreno, la belleza y goce de la juventud como contraparte de lo más moderno. Tan placentera, divertida e incomparable es esta fiesta, que ha sido considerada Cajamarca por ley del Congreso de la República D. L. N° 25592 como "Capital del Carnaval Peruano". A ritmo del "Silulo", "La Carolina", "Cumbe-Cumbe" y "La Matarina", la población y sus visitantes nacionales e internacionales bailan alrededor del palo silulo, que los cajamarquinos llaman "UNSHA", siendo el Rey Momo, el personaje que preside la algarabía de las fiestas carnestolendas en el Perú. Bien dicen, y con mucha razón los Cajamarquinos: "Lima Ciudad de los Reyes, Arequipa Ciudad Blanca, Trujillo Ciudad Primaveral, y Cajamarca, la Capital del Carnaval".
Carnavales, el color y el calor de las calles
Coplas de carnaval se escuchan en cada esquina de las calles de la ciudad de Cajamarca. El color toma por asalto las calles. El carnaval ha llegado con su carga de alegría, festejo, música y originales disfraces. Nadie se salva de un baldazo de agua, de los tintes y un buen trago de chicha de jora. Una situación que se repite año tras año y que reviste especial interés para los cajamarquinos celebrarla a lo grande. Es su fiesta. Sería un insulto para ellos el no salir a las calles, guitarra en mano y visitar a su vecino para cantarle alguna ingeniosa copla. Es que en cada cajamarquino existe un coplista innato: Cuando bebo me emborracho / que hasta no sé qué hacer/ abrazo a una y a otra / creyendo que es mi mujer. Tres días que transforman radicalmente la ciudad. Nadie se resiste al embrujo de la celebración, pues cada barrio tradicional como San Pedro, San Sebastián, Cumbemayo, La Merced, Dos de Mayo, San José y Pueblo Nuevo, dejan en libertad a sus Patrullas y Comparsas, compuestas íntegramente por gran cantidad de jóvenes entusiastas. Ellos tienen la festiva misión de visitar cada rincón de la ciudad, bailando, y mostrando la colorida originalidad de sus disfraces. En las Patrullas y Comparsas siempre destaca el Clon, personaje cubierto de un enorme sombrero en forma de cucurucho, ropas anchas y llamativas y una careta hecha en base a alambre finamente tejido. Todos ellos, seguidores de Ño Carnavalón, serán personajes habituales en las calles. Los clones son quienes encabezan, junto a Ño Carnavalón, el gran corso del domingo, día central del carnaval. Esta fecha la Plaza de Armas se convierte en un loquerío. Las Patrullas y Comparsas desfilan, bailando y cantando ante un jurado calificador que designará a la mejor de ellas. Además se elegirá el mejor disfraz de todo el certamen, el cual luego pasará a conformar una colección de los mejores trajes de carnavales a través de los años. Al día siguiente se inicia el Corso de Carnaval, uno de los más pintorescos espectáculos que se realizan en todo el Perú. Por lo menos sesenta carros alegóricos de cada barrio e instituciones desfilan por las principales calles de la ciudad y la Plaza de Armas. Las reinas reciben el aplauso y silbidos de admiración del público apostado en la calles. Son cinco horas donde nadie se mueve de sus sitios, los mismos que desde la noche anterior ya han sido "separados" con una necesaria amanecida. Luego que termina el desfile, cada barrio reúne a sus habitantes v celebra su propia Unsha, un cortamonte al mejor estilo cajacho, regadas de coplas y copas. Pero la fiesta tiene que terminar. El día martes ocurre el sentido deceso y velorio de Ño Carnavalón. Muchos salen vestidos de luto, y sus "viudas" no se cansan de llorar sobre su ataúd colocado en el barrio de Santa Apolonia. Mientras tanto, el pueblo "sufre" esta muerte con alborozo, aderezada con cigarros, iicor y un suculento caldo de cabeza que es distribuido entre los concurrentes. Finalmente, el día miércoles se realiza el entierro de Ño Carnavalón en los Baños del Inca. Allí, ante todo el pueblo cajamarquino, se lee el testamento de este personaje. En este documento deja picarescos y sarcásticos bienes a las autoridades y personajes del lugar, lo que causa la hilaridad total entre los presentes. Después de leerse el testamento se procede a quemarse a Ño Carnavalón entre el "Llanto" desconsolado de sus viudas. "Pero estamos seguros que el próximo año Ño Carnavalón estará aquí para alegrarnos nuevamente la vida, nos dice un cajamarquino pintarrajeado que guitarra en mano se aleja cantando: A mi guitarra la quiero/ más que el chicharrón caliente/ porque con mi guitarra/ tomo chicha y aguardiente.
Los "Cajachos". Así se les conoce a los generosos y hospitalarios pobladores que habitan en Cajamarca, hermoso y pujante departamento de la zona norte de la región andina del Perú. Excelentes conocedores del campo y de las virtudes de la naturaleza, labores que también son matizadas por manifestaciones costumbristas y culturales que han sabido atesorar a través de generaciones, pues desde la antigüedad adoraron al rayo o Dios "Catequil", que se origina de la ya extinta lengua Culle de origen mesoamericano (México y Guatemala) (al igual que el Sec de La Libertad, el Llampalloc de Lambayeque y el Muchik de la Libertad y Lambayeque), que se interpreta como "todopoderoso", con gran similitud lingüística al vocablo maya "katekl" que significa relámpago.
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